servia
En el año 395, el Imperio romano de Oriente, en el que estaba incluida la Península balcánica, se transformó en el Imperio bizantino. Entre el año 500 y el 700 comenzaron a llegar los primeros eslavos, procedentes del norte de los Cárpatos, hacia la región comprendida entre el Danubio y el Mar Adriático. Tras ayudar a los bizantinos contra intentos de invasión de los ávaros, y liderados por el Arconte Desconocido, los primeros protoserbios, procedentes de Sorabia, recibieron autorización por parte del emperador Heraclio para establecerse en la provincia de Macedonia, para migrar después hacia el norte. Las distintas tribus que fueron poblando la zona desde principios del s. VII, se unieron en 845 para formar Rascia, un Estado medieval dentro del Imperio bizantino, y formado por los actuales sudeste de Serbia, Kosovo y parte de Montenegro. Su definitiva cristianización tuvo lugar entre 867 y 869, cuando el emperador bizantino Basilio I envió sacerdotes, después de que el Knez Mutimir reconociese la soberanía bizantina. A lo largo del s. XI, el Gran župan de Rascia, Stefan Nemanja, se anexionó Zeta, Doclea y territorios adyacentes para formar el primer gran reino serbio. Sus sucesores, especialmente Stefan II Nemanjić, Stefan Dragutin, Stefan Uroš II Milutin y Stefan Uroš III Dečanski ampliaron aún más su territorio.
En 1346, el Zar Stefan Uroš IV Dušan, hijo de Stefan Uroš III, proclamó el Imperio serbio. Durante su gobierno, Serbia alcanzó su punto álgido territorial, convirtiéndose en uno de los Estados más grandes de Europa. Dušan fue sucedido como emperador por su hijo Stefan Uroš V quien, debido a su juventud e incompetencia para mantener un dominio sobre el imperio creado por su padre, provocó su fragmentación en un conglomerado de principados. Stefan murió sin hijos, en diciembre de 1371, después de que gran parte de la nobleza serbia fuera destruida por el emergente Imperio otomano en la batalla de Maritza a principios de ese año. El noble Lazar Hrebeljanović asumió el liderazgo del reino serbio, y en 1389 formó un gran ejército con toda la nobleza serbia para detener el avance de los otomanos, pero estos les derrotaron en la batalla de Kosovo. Con la caída de Belgrado en 1521, todo el imperio quedó bajo la soberanía otomana, siendo el Despotado de Serbia, que cayó en 1459, el último bastión de resistencia.