La batalla de Legnano



La batalla de Legnano fue uno de los enfrentamientos militares que tuvieron lugar durante el conflicto entre güelfos y gibelinos. La contienda ocurrió el 29 de mayo de 1176 entre las localidades de Legnano y Borsano —en la región septentrional de Milán en la Lombardía— donde el ejército del emperador Federico «Barbarroja» se enfrentó a las tropas de la Liga Lombarda que bloqueaban el camino a Pavía, donde estaba el resto de la milicia teutona. A pesar de que la presencia de ambos bandos era bien conocida en ese momento, estas se encontraron repentinamente sin tiempo para planificar una estrategia. El evento fue crucial en el largo conflicto desatado por el Sacro Imperio Romano Germánico para consolidar su poder sobre las comunas del norte de Italia,que habían decidido dejar a un lado sus diferencias y unir fuerzas en una coalición militar liderada simbólicamente por el papa Alejandro III, la llamada Liga Lombarda. Fue la quinta y última incursión militar de Barbarroja en territorio italiano y después de la derrota trató de resolver la situación a través de la diplomacia.​ Esto se hizo patente unos años más tarde en la Paz de Constanza (25 de junio de 1183),​ mediante la cual el emperador reconoció a la Liga Lombarda y concedió autonomía administrativa, política y judicial a las comunas y oficialmente renunció sus pretensiones de someter la Italia septentrional. En «Il Canto degli Italiani» —compuesto por Goffredo Mameli y Michele Novaro— se menciona la batalla para conmemorar la victoria del pueblo italiano sobre los invasores.​ Debido a su importancia histórica, Legnano es la única ciudad, además de Roma, que se nombra en el himno nacional italiano.​ 

Parte del enfrentamiento entre los pueblos del norte de Italia y la autoridad imperial se había originado por la querella de las investiduras y el concordato de Worms (1122), que involucró —entre los siglos XI y XII— al papado, el Sacro Imperio Romano Germánico y sus respectivas facciones, los llamados güelfos y gibelinos.​ Algunas veces la confrontación llegó a un punto en que varias comunas del norte de Italia expulsaron a sus propios obispos y los acusaron de simonía, porque supuestamente recibieron sobornos para apoyar al emperador y no al papa.​ 

La controversia sobre las investiduras —surgida la fricción entre el Imperio y las comunas de la Italia septentrional— también estaba relacionada con la crisis del feudalismo, que surgió por el crecimiento económico de las ciudades italianas y el consiguiente deseo de independencia del gobierno central que exigían estas comunas. Además, los territorios italianos del Sacro Imperio eran bastante diferentes a los alemanes —por sus características sociales, económicas y políticas propias— y no toleraban la autoridad imperial, que estaba en manos de una dinastía no italiana.En ese momento, la nobleza italiana de los territorios bajo el control del Imperio no podía involucrarse en la administración de la política estatal, al contrario que en los territorios germánicos.​ 

Debido a la fricción inevitable entre los siglos XI y XII, las ciudades del norte de Italia presenciaron un período de agitación y el nacimiento de una nueva forma de autogobierno local sobre la base de un órgano colegiado electivo con funciones administrativas, judiciales y la seguridad, y que podía nombrar a sus propios cónsules ciudadanos:c​ la comuna medieval. Este cambio institucional ocurrió al mismo tiempo que la querella de las investiduras.​ Esto tenía sus antecedentes: mientras el obispo —con una fuerte influencia en la población de la ciudad— estaba en el centro del conflicto entre el Imperio y el papado, la nobleza local alentó —y en cierto modo, obligó— a los ciudadanos a buscar una forma de autogobierno para remplazar el poder eclesiástico en crisis.​ En consecuencia, los ciudadanos comenzaron a gobernarse ellos mismos, tuvieron mayor conciencia de los asuntos públicos de su comunidad y rechazaban cada vez más la estructura feudal de la Edad Media, que solo permitía una gestión de gobierno muy rígida y jerárquica. 

El cambio que dio lugar a una gestión colegiada de la administración pública tiene sus raíces en la antigua monarquía lombarda en el norte de Italia; este pueblo germánico resolvía sus problemas más importantes, principalmente militares, a través de una asamblea presidida por el rey y los guerreros más valientes —estas reuniones eran conocidas como gairethinx o arengo—.​ No obstante, a pesar de que el mandato de los magistrados duraba un año y hubo alternancia en el ejercicio del cargo, el concejo redujo la lista de candidatos a unas cuantas familias que ostentaron el poder de manera oligárquica. 

A partir de entonces, los cónsules medievales representaban las clases más poderosas de la ciudad.​ Por las razones mencionadas, la evolución histórica de las comunas septentrionales hizo que estas no reconocieran las instituciones feudales rígidamente jerárquicas y sometidas a influencia eclesiástica, pues las consideraron obsoletas.​ Por distintos motivos, los predecesores de Federico I —más conocido como «Barbarroja»— adoptaron durante años una postura de indiferencia hacia los asuntos del norte de Italia​ y, en lugar de ejercer directamente el poder, contrataban personas que supervisasen estos territorios.​ Como resultado, el Sacro Imperio no impidió los objetivos expansionistas de las ciudades de territorios circundantes y otras comunas y, por lo tanto, estas comenzaron a combatir entre sí para establecer su hegemonía en la región.​ Sin embargo, Barbarroja repudió la política de sus predecesores y trató de restaurar la autoridad imperial —respetada en tiempos de Otón I— en las comunas del norte de Italia​ sobre la base de las solicitudes de algunas de estas últimas, pues habían pedido la intervención en repetidas ocasiones para limitar los intentos de superioridad de Milán,​ que en el pasado había dominado otras localidades:​ por ejemplo, en 1111 y 1127 conquistó Lodi y Como, respectivamente, y las forzó a firmar un acuerdo de pasividad con Pavía, Cremona y Bérgamo.​ Las relaciones entre el Imperio y las comunas empeoraron luego de las acciones militares perpetradas en la campiña milanesa.​ Los sucesos que enfurecieron a la población contra la autoridad imperial fueron: En 1160, en una de las incursiones ordenadas por Barbarroja, el ejército devastó la zona norte de Milán y destruyó cultivos y árboles frutales para interrumpir los suministros hacia la ciudad. Durante quince días, arrasaron las campiñas de Vertemate, Mediglia, Verano, Briosco, Legnano, Nerviano, Pogliano y Rho.14​ Las medidas adoptadas por el emperador después de la caída de Milán (1162):​ el vicario del emperador que administró los suburbios de la ciudad luego de la derrota obligó a los agricultores a pagar un gran tributo anual y esto hizo crecer la hostilidad de la población hacia el Sacro Imperio.​

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