Federico II



Rey de Alemania, 1211-1215. Federico I no había logrado restablecer por completo la autoridad imperial en Italia. La generación que le sucedió había visto, por el contrario, erguirse la autoridad pontificia durante el papado de Inocencio III, rector de una Iglesia dominante en la esfera política y moral de los Estados de Occidente. Pero he aquí que el nieto de Barbarroja recogió su herencia e intentó por última vez, restaurar la potencia del Imperio en Italia y Alemania. Al servicio de esta política este Staufen puso todo lo que tenía: inteligencia, actividad, energía, atrevimiento, despreocupación e, incluso, cinismo. Pero la empresa era superior a sus propias fuerzas. Al fracasar en el empeño, se derrumbaba para siempre el poder del Sacro Imperio romano de la nación germánica, el cual, en su caída, había de arrastrar consigo al Papado. Así, con Federico II se clausura una etapa de la historia de la Humanidad; la propiamente medieval 

Hijo de Enrique VI y de Constanza de Altavilla, Federico nació el 26-IX-1194 en Iesi, en la marca de Ancona. Su juventud fue realmente azarosa. A los tres años perdió a su padre y a los cuatro a su madre, de modo que el reino de Sicilia cayó en poder de una turba de nobles, legados y aventureros que se disputaron ávidamente el gobierno y las riquezas del Estado. Solo después de varios años de lucha durísima, Inocencio III, a quien Constanza había confiado la tutela de su hijo, logró restablecer la autoridad de su pupilo y la de la Iglesia en la Italia meridional. 

En 1208, y por consejo del Papa, Federico se proclamó mayor de edad. Tenía entonces catorce años, pero su desarrollo físico y moral era muy precoz. La fortuna le había de llevar muy pronto al reino de Alemania. Aunque Inocencio III repugnaba la fusión de los intereses del Imperio con los de Sicilia, norma cardinal de la política pontificia para evitar el atenazamiento de sus posesiones en Italia, tuvo que recurrir al joven Federico para oponer un rival a la persona del rey de Alemania Otón IV de Brunswick. Federico fue coronado en Maguncia el 9-XII-1212. La derrota de Otón IV en Bouvines (1214) y la muerte de Inocencio III en 1216 hicieron de Federico II el mayor personaje del momento. A los veintidós años, Federico iba a intentar el sueño de su abuelo. Desconfiado, astuto, realista, duro y sin ninguna clase de escrúpulos públicos o privados —vivió rodeado de un harén al estilo oriental—, curioso y erudito, fastuoso y elegante, fue un precursor del príncipe renacentista por estas condiciones y su ambición, energía y dotes de mando. Ante él tenía a Honorio IV y a los nobles alemanes. A todos burló con sus palabras y promesas logrando conservar la administración del reino siciliano y hacer elegir a su hijo Enrique como Rey de romanos. El 22-XI-1220 fue coronado solemnemente emperador por el papa de Roma. Entonces empezó su política de sumisión y asimilación de Italia. Atrás, relegada, quedaba su promesa de organizar una cruzada contra el Islam. 

Después de reorganizar la administración de su reino, de sujetar toda clase de banderías y rivalidades en Nápoles y de sofocar un alzamiento de los moriscos sicilianos, Federico II inició su actuación contra los territorios del Papado, los cuales constituían una barrera entre sus posesiones del Sur y el Norte de Italia. Aunque en 1219 se había comprometido a respetar la bula de oro de Eger de 1213, por la que había reconocido los derechos de la Iglesia en la Italia central, a partir de 1222 intervino cada vez más en los Estados Pontificios. Al mismo tiempo pretendía reivindicar sus derechos sobre las ciudades del Po en la dieta de Cremona de 1225. Las ciudades del Norte respondieron a la política de Federico II con la creación de una nueva Liga lombarda (1226). Para vencerla, el emperador había de contar con el apoyo del Papado, que le faltó desde que fue elegido Gregorio IX (1227)

Sabiendo su hostilidad, Federico II organizó por fin la cruzada tantas veces relegada a segundo término. El 8-IX-1227 la flota de Federico II zarpó de Brindisi, aunque luego se detuvo en Otranto a causa de una epidemia que había estallado entre los cruzados. Gregorio IX excomulgó al emperador; pero este, haciendo caso omiso de la anatema pontificia, se hizo de nuevo a la mar, llegó a San Juan de Acre y allí, mediante hábiles negociaciones diplomáticas, obtuvo la cesión de la Ciudad Santa al reino de Jerusalén (18-II-1229). Si lucha había logrado aquello en que habían fracasado sus predecesores. 

De regreso a Italia, Federico II tuvo que reconquistar gran parte de su reino, invadido por un ejército de Gregorio IX. Lo logró en pocos meses. Luego, por el tratado de San Germano (23-VII-1230), se reconciliaba con la Iglesia a base de reconocimiento de gran parte de las exigencias del Papado. Esta paz le sirvió para establecer el absolutismo monárquico en Sicilia, pacificar las discordias alemanas, donde su propio hijo Enrique se había alzado contra su poder (1235), y, por último, dar un golpe de muerte a la Liga lombarda en Cortenuovo (27-XI-1237). Esta fecha señala la culminación del poder y de la política del Staufen. Pero Gregorio IX resistía, irreductible, En 1239 excomulgó por segunda vez al emperador, de nuevo por motivos políticos. La disputa se transformó en lucha abierta. 

En 1240 Federico II invadió los territorios pontificios, sin conseguir el triunfo que esperaba, Pese a la captura de los arzobispos y obispos que acudían a Roma llamados por Gregorio IX y pese a la muerte de este papa en 1241, la causa del emperador empezaba a vacilar. Un papa, más enérgico aún que Gregorio IX, hizo frente al imperialismo avasallador de Federico II. En 1244 Inocencio IV, que había fingido plegarse a la voluntad del Staufen, huye de Roma para Génova. En junio de 1245 reúne el concilio de Lyón, en el que Federico es excomulgado de nuevo y, además, desposeído de sus Estados. La sublevación se propaga desde Alemania a Sicilia; allí Enrique Raspe es elegido rey, en Italia muchos podestás traicionan la causa de Federico, y en Sicilia se produce un grave alzamiento. A duras penas Federico II restablece el orden en el Sur y en la Italia septentrional. Pero, ante Parma, sufre la derrota de Vittoria (12-II-1248). Rodeado de traidores, sin poder llegar a una reconciliación con el Papado, Federico II expiró en Fiorentino o Firenzurla (Apulia) el 13-XII-1250.

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