nizaríes



Los nizaríes, cuyos detractores nominaron hashshashin (en persa: حشیشیان en árabe, حشّاشين (Ḥashshāshīn))1​ o asesinos (deriv. del árabe "حشيش", tr. "ḥašīš" [haˈʃi:ʃ]), fueron una rama de la secta religiosa chií-ismaelita de los musulmanes en Oriente Medio, activa entre los siglos X y XIII. Se hizo famosa a partir del siglo XI cuando tuvo su máximo poder en la dinastía Fatimí, por su actividad estratégica de asesinatos selectivos contra dirigentes políticos, militares y reyes, se dice que fue la primera organización terrorista de la historia. De la palabra "asesino" suele decirse que deriva de la palabra árabe hashishin o "consumidores de hachís",2​ un nombre incorrecto que se cree que ha sido de carácter peyorativo y utilizado por sus adversarios durante la Edad Media. 

Originalmente aplicada a los ismailitas nizaríes por los mustalitas ismailitas durante la caída del decadente Imperio Fatimí ismailita y la separación de las dos corrientes,3​ es posible que el término hashishiyya o hashishi en las fuentes musulmanas fuera utilizado metafóricamente en un sentido ofensivo (por ejemplo: "marginados sociales", "turba de clase baja", etc.), mientras la interpretación literal de este término en referencia a los nizaríes (como asesinos borrachos consumidores de hachís) puede tener raíz en las fantasías de los occidentales medievales.4​ 

Mucho después de su casi erradicación en manos del Imperio mongol, menciones de los Asesinos fueron preservadas en fuentes europeas como son los escritos de Marco Polo, en los que ellos son representados como asesinos entrenados, responsables de la eliminación sistemática de figuras de la oposición. A partir de ello, la palabra en inglés "assassin" fue utilizada para describir a un magnicida,5​ diferenciándose de "murderer" (que es quien mata voluntariamente por motivos no necesariamente políticos).6



​El poder nizarí desapareció al tener que enfrentarse a dos enemigos muy poderosos. De un lado, la dinastía de los mamelucos, que había sucedido en Egipto al Sultanato Ayubí, y cuyos ejércitos, dirigidos por el sultán Baibars, tomaron el último baluarte nizarí en Siria en 1273. Por otro lado, en Irán, tras el reinado insignificante y violento de Mohamed III, que dura hasta 1255, su hijo Jur Shah debe enfrentarse con el avance de las tropas mongolas dirigidas por Hulagu Kan, nieto de Gengis Kan, dispuesto a arrasar Oriente Medio. Los mongoles conseguirán asediar y destruir una a una todas las fortificaciones nizaríes, incluida Alamut, que quedó reducida a los cimientos, desapareciendo con ella su gran biblioteca. Jur Shah morirá camino de Mongolia, y de su familia sólo sobrevivirá uno de sus hijos, al parecer ocultado a tiempo para preservar la sucesión. 

Muchos nizaríes fueron masacrados. Se sabe poco de la historia de los nizaríes tras este periodo de destrucción y masacre. Los restos de la comunidad se dispersaron en grupos aislados y sobrevivieron discretamente, amenazados y débiles ante los musulmanes ortodoxos. 

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