Anagni, tratado
Desde el reinado de Pedro III, Sicilia había entrado en la órbita de la política aragonesa, en contra de los intereses del pontificado y de la casa francesa de Anjou. Para solucionar el problema, Alfonso III había firmado el tratado de Tarascón (1291), renunciando a la isla, donde era rey su hermano Jaime. Pero al morir Alfonso III en ese mismo año, Jaime se convirtió en Jaime II de Aragón, quien, acosado por el papa Bonifacio VIII, signó el tratado de Anagni (1295), por el que renunciaba a la isla y a ayudar a su hermano Fadrique, su sucesor en aquélla, a cambio, entre otros acuerdos, de la renuncia del rey de Francia a sus pretensiones históricas sobre Aragón y Cataluña; del levantamiento de la excomunión que pesaba sobre el propio Jaime II; del vasallaje del reino mallorquín, y de la investidura de las islas de Córcega y Cerdeña. No obstante, Sicilia volvería con el tiempo a la órbita aragonesa.