Los Meriníes y los Wattasíes (1196-1549)

















Los Meriníes y los Wattasíes (1196-1549) 

Cuando varias tribus del grupo zanata hicieron su aparición en el norte de Marruecos a principios del siglo XIII, nada predisponía al clan de los meriníes o mariníes a fundar una de las más importantes dinastías post-almohades. A diferencia de sus predecesores, los meriníes no recurrieron a ningún movimiento político o religioso reformador. Con el debilitamiento del poder almohade tras el desastre de las Navas de Tolosa, las tribus meriníes se lanzaron a una primera expansión por el Rif y el Gharb. En 1242, rompieron con el califato almohade de Marrakech y se sometieron provisionalmente a la soberanía nominal de los hafsíes. La expansión meriní se prosiguió bajo Abu Yahya (r. 1244-1258) y sobre todo bajo Abu Yusuf Yaqub (r. 1258-86), que logró eliminar al último califa almohade, al-Wathiq (r. 1266-1269), y ocupó Marrakech. Pero varias ciudades y regiones del Magreb extremo quedaron en manos de poderes locales como los Banu Yaddar en el Sous o los azafíes en Ceuta. La resistencia de Sijilmasa, centro capital del comercio transahariano, fue reducida tras un largo asedio en 1274. El poder meriní, que no emanaba de ningún programa político claramente definido, se vio pronto confrontado a una crisis de legitimidad. Abu Yusuf se nombró a sí mismo emir de los musulmanes –título que antaño lucían los almorávides–, confiriendo una apariencia de unidad al califato. 

El advenimiento de los meriníes fue sinónimo de una vuelta al malikismo, que se impuso a partir de entonces como la doctrina oficial del país. Fez se convirtió en un foco capital de la producción jurídica y acogió a numerosos sabios y juristas, entre ellos al-Wansharisi (m. 1508), autor de la principal compilación de jurisprudencia malikí. Las élites religiosas y jurídicas del país se formaban en las madrazas (o medersas), establecimientos oficiales de enseñanza edificados por el poder meriní. En 1276, el soberano meriní Abu Yusuf fundó una nueva ciudad principesca, Fez el Jedid (Fez la Nueva), para aislarse de la población de Fez que no le era favorable. El Majzén meriní, heredero de los modos de funcionamiento de los almohades, encontró su sede en esta nueva ciudad, que acogió en su seno a los contingentes de un ejército variopinto, compuesto de mercenarios cristianos, de andaluces y de ghuzz (mercenarios turcomanos). En el recinto de la nueva fundación se construyó un mellah, barrio reservado a los judíos. 

Los soberanos meriníes se dotaron igualmente de necrópolis reales; la más importante es la de Chellah. A diferencia de sus predecesores almorávides y almohades, los meriníes no consiguieron implantarse de manera duradera en al-Ándalus, a pesar de que Abu Yusuf efectuara allá varias incursiones militares y de que fundara otra ciudad principesca, al-Binya, cerca de Algeciras. Sus relaciones con los nazaríes se caracterizaron por una injerencia recíproca en los asuntos internos y por las crisis palatinas de las dos dinastías. El sucesor de Abu Yusuf, Abu Yaqub (r. 1286-1307), concentró sus esfuerzos militares en la lucha contra los abdalwadíes, cuya capital, Tremecén, fue asediada durante ocho años y oprimida por la fundación de una ciudad principesca y militar: al-Mansura. 

La supremacía regional de los meriníes alcanzó su apogeo durante el segundo cuarto del siglo XIV. En al-Ándalus, prosiguieron su lucha por el control del Estrecho de Gibraltar, pero su intervención se saldó con un estrepitoso fracaso en Río Salado frente a los ejércitos castellano-portugueses en 1340. Abu l-Hasan (r. 1331-1351) también dirigió su política expansionista contra sus vecinos de Tremecén, que cayó en 1337. Aprovechando el debilitamiento del poder hafsí, el soberano meriní ocupó Ifriquiya en 1347, pero tuvo que renunciar a ella ante la resistencia de las tribus árabes y sobre todo debido a la disidencia de su hijo Abu Inan (r. 1349-1359), quien, tras haberse hecho con el poder, reiteró el proyecto de su padre sin obtener mejores resultados. A la muerte de Abu Inan, el poder meriní se agotó en numerosas luchas de sucesión y perdió progresivamente el control de las partes meridionales de su territorio. Varios visires monopolizaron la decisión política y, entre ellos, emergieron los wattasíes, pertenecientes al mismo grupo tribal que los meriníes: los zanatas. Tras haber puesto a los sultanes meriníes bajo tutela durante largo tiempo, los wattasíes se hicieron con el poder en Fez en 1471. Con un territorio limitado a la mitad septentrional de Marruecos y enfrentados a la multiplicación de oposiciones internas y al peligro de las expansiones ibéricas (sobre todo portuguesas), y más tarde otomanas, los wattasíes se mantuvieron a duras penas en el poder durante menos de un siglo. 

La ascensión irresistible de los sadíes condenó a los wattasíes, cuyo reino se apagó con la toma definitiva de Fez en 1554. Durante esta larga historia, la crisis política favoreció la emergencia y el arraigamiento de dos movimientos fundamentales que estructurarían la sociedad marroquí hasta nuestros días: el sarifismo, reivindicación de un prestigio en razón de una descendencia de la familia del profeta, y el marabutismo (sufismo popular), que se extendió sobre todo a partir del siglo XV como una forma de piedad colectiva y lazo social. 


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