Filosofía árabe
Es la filosofía propia del mundo islámico hecha en lengua árabe, y que comprende un complejo conjunto de doctrinas filosóficas que se desarrollan a lo largo de la historia del imperio árabe oriental y occidental. Se caracteriza esta filosofía, al igual que la cristiana medieval, por tener que respetar las creencias de un libro sagrado, en este caso el Corán, y verse obligada a definir sus relaciones, a veces tempestuosas y contradictorias, con la religión o la teología.
Surge propiamente en el s. IX, en Bagdad, en una época culturalmente oscura para el mundo cristiano, cuando los califas de la era abbasida (descendientes de al-Abbas, tío de Mahoma) inician la recopilación y traducción de manuscritos de la filosofía griega. Este período de traducciones, iniciado hacia el año 800, pero que alcanza su máximo esplendor, sobre todo en lo que respecta a la filosofía, bajo el califato de al-Mamûn (813-833), el cual creó en el 832 en Bagdad (fundada en el 765) la «Casa de la Sabiduría», escuela de traductores del sirio y del griego al árabe, representa la época en que la cultura árabe se apropia de la cultura filosófica griega. Se traducen todas las obras de Plotino, Galeno, Euclides y Ptolomeo y algunos diálogos de Platón -Sofista, República, Timeo, Las leyes, por ejemplo-, pero el interés se centra en las obras del corpus aristotélico auténticas, y algunas otras falsamente atribuidas, como las posteriormente influyentes obras del Libro sobre el bien puro, conocido en occidente como Liber de causis (del neoplatónico Proclo) y la Teología de Aristóteles,entre otras. Junto con ellas, comentarios que armonizaban Aristóteles con Platón, sobre todo de Alejandro de Afrodisia. Se inicia, entre los mismos traductores, cierta obra filosófica propia, en la que destacan el cristiano sirio Hunayn ibn Ishâq (808-873), con textos filosóficos y teológicos a la vez, y Abû Bishr Mattâ ibn Yunis (m. 940), autor de comentarios a Aristóteles. Se atribuye a este autor una discusión pública conocida como la «controversia de Bagdad», en la que se enfrenta como «filósofo» (seguidor de la lógica griega) contra un «gramático» (el que interpreta el texto sagrado).
A la filosofía que tomaron de los griegos los árabes llamaron falsafa (a los filósofos, se les llamaba falasifa, plural de faylasuf); asimismo en la época abbasida y apoyados por los mismos califas, desarrollaron una teología basada en el Corán, pero con influencias también cristianas y judías, que llamaron kalâm, de contenido más bien «apologético» y jurídico-religioso: quienes la practicaban eran llamados mutakallimûn y, de éstos, los más antiguos se denominaron «mu'tazilíes» («aislados»). El mutazilismo representa, pues, la doctrina oficial del islam, y supone un pensamiento especulativo importante que, de entrada, no se opone a la filosofía; son más bien racionalistas y dialécticos. Abû Yûsuf Yaqûb ibn Ishâq al-Kindî (ca. 800-866) puede ser considerado el primer filósofo del islam, dentro de la primera tradición helenizante; se opone a los mu'tazilíes y concilia pacíficamente la filosofía con la visión religiosa del islam, iniciando así el primer racionalismo filosófico musulmán. Hacia el s. X este racionalismo adquiere un matiz radical y laico: Abû Bakr ibn Zakaruiyâ al-Râzi (864-925), llamado «Rahzés» por los latinos, médico, alquimista y filósofo, plantea una disyunción absoluta entre filosofía y creencia: no se puede al mismo tiempo ser filósofo y creer en las «fábulas» de los profetas; su obra fue destruida y sólo quedan testimonios de sus doctrinas en otros autores. A esta misma época pertenecen los científicos, matemáticos y astrónomos al-Birûnî, al-Khwârismî e Ibn al-Haitam, el «Alhacén» de los escolásticos latinos. Asimismo en esta época crece con fuerza el sufismo (quizás transcripción del griego σοφός, sophós, sabio, los «sufíes» son místicos y santones), que se manifiesta como un movimiento espiritual de carácter místico, pero también especulativo, opuesto durante un tiempo a la religión oficial, y que ahora se une a la filosofía (falsafa) y al racionalismo dialéctico del kâlam para formar una de las líneas que, en contradicción o concordia, configuran el pensamiento islámico posterior.
Al-Fârâbî, filósofo sufí, sigue la pauta de los helenizantes, inicialmente trazada por al-Kindî, procurando armonizar Aristóteles con un Platón más bien neoplatónico. A él se deben los temas más básicos y característicos de la filosofía medieval árabe y, por lo menos parcialmente, también de la cristiana. Prosigue sus mismos planteamientos el célebre e influyente Ibn Sînâ, Avicena (980-1037), cuyas obras traducidas al latín suponen el masivo ingreso del pensamiento de Aristóteles en occidente. En esta misma época, la pacífica convivencia entre filosofía y teología aparece también en la actividad intelectual de los «hermanos de la pureza», comunidad ismailiana de la ciudad de Basora, cuyos objetivos apuntan nada menos que a purificar la religión a través de la filosofía (también neoplatónica).
A partir de 1055, con la llegada al poder de los turcos seldyúcidas, el giro social favorece el aprecio de la teología y desprecio de la filosofía. Con Al-Ghazâlî (1058-1111), llamado Algazel por los occidentales, que lo consideran equivocadamente filósofo y discípulo de Avicena, la crítica a la filosofía llega a su cenit, al punto de considerarla un falso saber, carente de toda certeza e inútil para pensar la religión. El teólogo iraní al-Sharhâstanî (1086-1153) expresa ideas parecidas en su Lucha contra los filósofos y su Libro de religiones y sectas, donde al tiempo que combate a Avicena declara de todo punto imposible una filosofía de la religión.
Aunque no pueda afirmarse que, después de Algazel la filosofía se trasladara del oriente al occidente islámico -de Bagdad a Córdoba-, porque todavía se cultivó en oriente, tras la llegada, hacia 1242, de los mongoles a Persia, el pensamiento especulativo de la falsafa inicia su desaparición, que culmina con la dominación del imperio otomano, iniciada en el s. XV y que se afianza con la toma de Constantinopla en 1453. El islam oriental sólo conservará ciertos focos de filosofía avicenista, en el Irán, que llegan hasta la actualidad.
Hacia 755, con la formación del emirato de Córdoba y luego, en el 929, con el califato, comienza en la Península Ibérica la dominación musulmana y el desarrollo progresivo del islam occidental, en tierras de Andalucía, que toma la alternativa filosófica del oriente islámico. La primera figura filosófica parece ser Ibn Masarra, de origen no árabe, nacido hacia 883, y que viaja a Medina y La Meca y no regresa hasta el reinado del omeya Abd al-Rahmân III; sostiene la utilidad de la filosofía para desentrañar el sentido oculto del Corán y la ley religiosa, a través de una comprensión racional del mundo, con un trasfondo de ideas de origen gnóstico y neoplatónico. En la misma línea se halla Ibn Hazm (994-1064), de Córdoba, jurista y teólogo, que enseña y escribe durante la época de la reacción antifilósófica y anticultural de al-Mansûr, que manda destruir los 40.000 volúmenes de la biblioteca de los califas de Córdoba.
Con la llegada de los bereberes almorávides (1086-1147), verdaderos reformadores religiosos, se inicia, contra todo pronóstico, la primera gran época filosófica en al-Andalus. Ahora y aquí, en el s. XI, como había sucedido en Bagdad, en el s. X, tiene lugar una disputa, llamada la «controversia de Zaragoza», en la que se enfrenta la interpretación tradicional de los textos religiosos con la que aporta la filosofía, de tendencia helenizante. La primera postura la defiende Ibn al-Sîd (1052-1127), filósofo de Badajoz, que ve con buenos ojos la conciliación entre filosofía y religión, y la segunda Ibn Bâjja.
Conocido entre los latinos como Avempace, Ibn Bâjja nace en Zaragoza y muere en Fez, hacia 1138. Médico, matemático y astrónomo, ocupa cargos públicos en Zaragoza y luego en Sevilla, y es el prototipo de filósofo árabe racionalista e incrédulo. Porque escribe en una época de descomposición política de los reinos de taifas y de las conquistas de Alfonso VI de Castilla, pese a defender la filosofía como forma teorética de vida, se refugia en un sistema de vida solitaria, en la que los ideales filosófico-políticos de al-Fârâbî se reducen al logro de una unión individual del hombre con las inteligencias separadas, o entendimiento general. Tal como expone en su Régimen del solitario, los hombres que alcanzan este autoconocimiento por vía intelectual, esta vida estrictamente filosófica, son los que constituyen, en la tierra, la única ciudad ideal posible, en la que no hay necesidad ni de médicos ni de jueces; los hombres solitarios de Avempace han alcanzado la perfección. En astronomía, Avempace se adhirió a las ideas de Al-Bitrûgi, (el Alpetragius latino) con la intención de corregir las teoría ptolemaica de los epiciclos con la cosmología aristotélica.
Derrotados los almorávides por los almohades, se produce la unificación de todo el islam occidental. El nuevo marco político representa la segunda fase floreciente de desarrollo de la filosofía que, con Ibn Tufayl e Ibn Rushd, alcanza su apogeo en el s. XII. Ibn Tufayl, o Abentofail, médico, filósofo y poeta, es conocido sobre todo por su novela filosófica, El filósofo autodidacto, con la que da forma literaria a las ideas filosóficas del Régimen del solitario,de Avempace: la filosofía, manera teorética de vivir, camino solitario que el hombre emprende para unirse con el entendimiento agente.
Averroes (1126-1198), Ibn Rushd o Aven Rushd, representa la culminación de la filosofía árabe occidental, como Avicena lo es de la oriental. Aparte de sus comentarios literales a Aristóteles, tan influyentes luego en el mundo cristiano, su manera de entender las relaciones entre filosofía y religión puede considerarse una aportación paradigmática para toda la filosofía medieval. Su postura de total autonomía filosófica queda reflejada en su obra de crítica a al-Ghazâlî, Incoherencia de la incoherencia,también conocida como Destrucción de la destrucción. Muchas de sus ideas pasarán a la escolástica medieval cristiana con el nombre de averroísmo latino.
La suerte final de Averroes, que debe marcharse al exilio de Lucena, cerca de Córdoba, significa también, aunque sea sólo por coincidencia temporal, el fin de la filosofía islámica en occidente. A finales del s. XII, la política de intolerancia de los almohades anuncia el final del interés por la filosofía y el pensamiento racional del mundo islámico de occidente. A partir de ahora, a través de las escuelas de traductores, la filosofía árabe pasa al mundo cristiano en forma de traducciones de la filosofía griega y comentarios.