Rex Romanorum
Rey de romanos (en latín: Rex Romanorum) fue el título usado en el Sacro Imperio Romano Germánico por un emperador futurible, que no había sido coronado por el papa, y que por lo tanto no podía intitularse emperador.
La unción y coronación imperial de Luis II en abril de 850, asentó una constante a lo largo del medievo, que tales ritos solo podía hacerlos el papa, y en Roma, incluso si había sido ungido rey previamente. En 855, con la abdicación y muerte del emperador Lotario I, Luis II, que por entonces ya era rey de Italia, no obtuvo territorios al norte de los Alpes en el reparto efectuado por Lotario I. Al quedar como soberano italiano, el título imperial quedó confinado a Italia y a la defensa del papado, de lo que resultó, tras la muerte de Luis II, que el propio papado se arrogó la iniciativa de designar al emperador.
Este principio, de que solo el papa podía coronar al emperador y que el emperador era el protector de la Iglesia romana, que se estableció en el periodo carolingio continuó a partir del siglo X cuando Otón I reclamó al papa el reconocimiento de su estatus político. Otón I empleó el título de Imperator augustus, y fueron su hijo Otón II y su nieto Otón III los que decantaron la afirmación del Imperio centrada en Roma
Sin embargo, el papa era el que en último lugar podía coronar al soberano alemán como emperador, el soberano alemán era potencialmente un emperador y podían pasar años antes de llevarse a cabo la coronación imperial, con lo que los soberanos alemanes debían conformarse con el título de rex.
El uso de este término fue usándose más frecuentemente y se estableció de forma más permanente con Enrique V, con la intención de contrarrestar la designación peyorativa y limitada de rex teutonicorum con la que el papa se refería a él durante la Querella de las Investiduras.